La educación emocional (EE) está generando una inquietud creciente en los centros de educación y en la vida de las personas en general. Aun no siendo un tema que la legislación obligue a considerar directamente, no es extraño encontrar centros que han hecho una apuesta clara por desarrollar actividades centradas en este tema dentro del horario escolar.
Tales apuestas suelen tener como objetivo alcanzar un bienestar y promover la autoestima en los alumnos. Ciertamente, el bienestar y la autoestima suenan bien en una sociedad donde hay mucho dolor oculto, pero, ¿son esos los objetivos adecuados para la EE? El modelo de intervención en el que se apoyan para alcanzar esos objetivos es el de la regulación emocional, esto es, se pretende llevar las emociones a un estado concreto, promoviendo unas y rebajando otras. Esta forma de actuar está basada en una comprensión de las emociones como causa: las emociones causan bienestar o malestar. Aquello que genere bienestar, lo promovemos y aquello que causa malestar, lo controlamos y evitamos. Pero, ¿este modelo regulatorio es el adecuado para el desarrollo de los niños, niñas y adolescentes, de todas las personas? Y, ¿caracterizar las emociones como causas de lo que vivimos es la mejor opción?
En UpToYou creemos que el mejor contexto para entender la EE es el del desarrollo de la persona. Y esto nos lleva a una postura diferente de la indicada porque su objetivo directo no es el bienestar, sino que busca algo más alto: el crecimiento de la persona.