El título de este artículo es una pregunta trampa. Un padre que tiene a su niño recién nacido plácidamente dormido entre sus brazos podría decir: “Sí, por supuesto que se puede disfrutar”. Y sin embargo podría estar “disfrutando” muy poco. Una madre que acaba de recibir un portazo de su hija adolescente dirá: “¡Qué difícil es disfrutar!”, y sin embargo estar “disfrutando” mucho.
Y es que para responder adecuadamente a esta pregunta tenemos que profundizar en primer lugar sobre qué es el disfrute. Lo más natural es asociar el disfrute al placer, al bienestar y a lo agradable. De esta manera parece que algo que resulta aburrido o poco atractivo es mejor dejarlo. Y si entendemos así el disfrute, no es de extrañar que la familia y la educación no se vean valiosas y sufran una “muerte anunciada”. Porque si no sirven y no se disfrutan, mejor dejarlas morir y no prolongar su agonía.
Pero en AeC | Proyecto UPTOYOU creemos que hay otra forma de entender el disfrute. Se trata de comprender el disfrute como ese sentimiento de asombro asociado al hecho de estar juntos. El disfrute así visto es la experiencia de verse constituidos en unidad al experimentar que uno vive en el otro. El disfrute queda cimentado sobre el valor del encuentro interpersonal, creciendo desde la confianza.
Y en este tipo de disfrute, el bienestar es una señal que tenemos que interpretar. Es decir, se puede estar disfrutando en medio de un malestar o viviendo situaciones desagradables. Y se puede vivir un bienestar en el que no hay encuentro interpersonal, no hay crecimiento y, por tanto, no ayuda a la persona.
Obviamente no tenemos nada en contra del placer, el bienestar o lo agradable. Pero “el placer es más placentero, lo agradable es más agradable y el bienestar es mejor-estar cuando se experimenta desde la unidad de la persona. Cuando el placer va solo, es poco placer” (cita de José Víctor Orón).
En este sentido, yendo a los ejemplos del principio, el padre con el bebé recién nacido en brazos puede estar viviendo una experiencia agradable y placentera. Pero podría darse el caso de que fuera un disfrute muy superficial y no hubiera verdadero encuentro con el hijo. Y la madre que recibe el portazo de su hija adolescente, aun en esa situación desagradable y difícil, podría estar “disfrutando” al comprender lo que pasa como una experiencia de crecimiento mutuo en el que están embarcadas ella y su hija. Podría estar viviendo ese portazo de su hija como un momento de tensión, ciertamente, pero al mismo tiempo como una puerta nueva que se abre para nuevos encuentros, nuevos diálogos, un perdón. En esa puerta cerrada podría descubrir una puerta que se abre para un mejor-estar juntas.
Si el bienestar se reduce a la búsqueda de placer y tranquilidad como objetivo principal, buscaré en la otra persona una utilidad para mi objetivo: estar bien yo. La relación con el hijo o la hija pasa a vivirse en función de si me sirve o no para mi propia tranquilidad. En el momento en que eso no ocurra, la relación se verá afectada o incluso se romperá. Aunque aquí seguramente no haya malas intenciones por parte de los padres, no parece el estilo más sano para vivir en familia, puesto que se condiciona la relación y deja de ser gratuita. Hay relación si tú te portas bien o no me das problemas.
Pero si el bienestar es la búsqueda de un encuentro interpersonal más profundo, considerando el placer un mero indicador pero no el objetivo en sí mismo, me puedo abrir al asombro en cualquier situación, incluso en situaciones de malestar. De hecho, las tensiones, roces o problemas en la relación no son problemas, sino auténticas oportunidades para conocernos personalmente y crecer. Juntos.
Entonces, ¿se puede disfrutar educando? Si disfrutar depende del placer que me provoca la educación, la respuesta será “sí” o “no” dependiendo del viento que corra. La educación será como una veleta, regida por la inseguridad y por el miedo. Aparecerán afanes de control sobre los demás, los hijos o la pareja, que perjudican la relación y la libertad de cada uno.
Si el disfrute se basa en la contemplación de la persona en toda su complejidad, de la búsqueda de un encuentro, entonces la respuesta puede ser un “sí” permanente. Pase lo que pase. Las sensaciones educando podrán ser dolorosas o agradables, pero el disfrute será estable y motor de crecimiento, como una casa sobre roca. AeC | Proyecto UPTOYOU quiere abrir caminos a los educadores para que perciban otra forma de educar. En esta nueva forma de educar (y de vivir) el disfrute del educador no nacerá del control y de la necesidad de asegurarlo todo. Disfrutar de la educación nacerá de conocerse en el encuentro interpersonal, poniendo en primer plano a la persona y generando dinámicas de confianza, que es lo que nos hace crecer.
Creemos que educar vale la pena por el hecho de estar y crecer juntos.