¿Cómo vivir felices en clase y en casa? Claves para educar con sentido

Un reto en cualquier etapa

Hoy quiero reflexionar sobre la felicidad y cómo se entiende con frecuencia en nuestras aulas. Gracias a nuestro trabajo de acompañamiento en colegios, somos testigos privilegiados de multitud de situaciones que nos ayudan a reflexionar sobre cómo estamos educando y cuáles son los retos que se plantean en la actualidad. Y es que hablamos mucho de felicidad, pero ¿sabemos qué es? Nos encontramos a diario con situaciones como estas.

Clase de 2º Infantil (4 años). Uno a uno, los niños van colocándose en medio de sus compañeros para que cada uno le diga una cosa bonita de él o ella. ¿En qué estamos ayudando a la felicidad de los niños? ¿Ponerse contento es ser feliz?

Clase de 6º Primaria (11 años). El profesor les pregunta a los niños cómo quieren ser de mayores, esperando que digan grandes valores y virtudes como la generosidad, la cooperación, el esfuerzo… y un gran número de alumnos responde que quiere ser como Griezmann. ¿Por qué? Porque trabaja poco y gana mucho, y encima es famoso. ¿Ser feliz es tener dinero y poder comprar todas las cosas que quieras, e incluso a las personas que quieras?

Clase de 2º ESO (13 años). Un niño le cuenta a su profesora que no sabe ni qué le pasa, que un día está contento y al día siguiente no para de llorar, duda de todo, no sabe para qué estudiar, se enfada con sus padres aunque en verdad le gustaría estar mejor… La profesora le responde que ánimo, que ya se le pasará, esto dura un tiempo y luego ya te estabilizas. ¿Ser feliz es cuestión de temporadas de la vida, y en otras te toca aguantar con el chaparrón que cae? Porque para unos el chaparrón sería la adolescencia, para otros que el niño no duerme por las noches, para otros que me han echado del trabajo, y para otros que mi padre está perdiendo la cabeza. 

Educar para la felicidad: en las alegrías y en las tristezas

Educar para ser felices se podría traducir en educar para saber integrar cualquier experiencia de la vida, sin que las alegrías nos engrían ni las tristezas nos nublen toda la vida o nos hagan derrumbarnos. Y entonces aparece un reto interesante ante los educadores: aprovechar absolutamente cualquier experiencia que sobreviene a niños y jóvenes para ayudarles a conocerse y a situarse

¿No le invitan a un cumpleaños de la clase? Oportunidad para conocer por qué a uno le importa tanto que no le tengan en cuenta, por qué lo vivo como un rechazo, por qué me importa tanto lo que piensen los demás de mí… Porque esta experiencia de que no me tengan en cuenta la vivirá muchas más veces en la vida, y ahora puede practicar acompañado de sus educadores y sin grandes consecuencias lo que más adelante tendrá mayor alcance, para él e incluso para otras personas que dependen de él. Así que el niño feliz no será el que es invitado por todos, el que es reconocido o aplaudido, el que mejor juega al fútbol o destaca más en el grupo, sino aquel que sepa vivir en compañía de quienes le quieren las experiencias de éxito y las de fracaso también. Porque todo puede ser una oportunidad para conocerme y cuidar mis relaciones.

¿Que ha tenido un problema con un profesor? ¿O que las notas no están siendo las que esperábamos? Oportunidad de conocer cómo uno está viviendo, qué piensa de la autoridad, de las normas, del esfuerzo, a qué está dedicando el tiempo libre y si eso merece la pena, hasta qué punto es libre de decidir por encima de lo que vayan a pensar sus amigos… Así el adolescente feliz no será el que no tiene problemas con nadie, ni el que obtiene los resultados que espera, porque eso sería una falsa sensación de crecimiento que se caerá en cuanto los papás le dejen volar sin su escudo protector. Adolescente feliz será el que se sepa querido y acompañado cuanto acierta y cuando se equivoca, aunque con los errores luego le toque trabajar más para arreglar aquello que ha quedado dañado.

La perspectiva de los educadores

Estamos abriendo la felicidad a una forma de vivir, acompañados, cualquier experiencia de la vida. ¿Y qué es un educador feliz? ¿Se puede ser feliz al educar? ¿Se puede ser feliz en medio de la incertidumbre que todo educador vive? ¿Quién acompaña al educador? En Acompañando el Crecimiento creemos que sí se puede ser feliz al educar, si confiamos en las personas y no buscamos en todo momento controlar sus comportamientos. Porque al ver los suspensos de mi hijo, puedo pensar: ¿qué hago para que mi hijo se concentre, estudie o deje de perder el tiempo con cosas superfluas? Se lo diré, quiero que aprenda y cambie. Pero es probable que, con este afán controlador y centrado en el comportamiento, el hijo se bloquee o se defienda, y la relación queda condicionada a lo que el hijo haga, con la distancia que eso supone entre el hijo y el padre. 

La alternativa sería pensar: ¿cómo ayudo a mi hijo que no está relacionándose de forma libre con los amigos para que pueda crecer? ¿Cómo ayudo a mi hijo que se está dejando vencer por sus apetencias? ¿Cómo ayudo a mi hijo a ver que puede confiar en nosotros y pedir ayuda cuando algo le cuesta? Posiblemente también tengas experiencia de que este cambio de mentalidad, menos centrada en controlar y más preocupada por ir a la interioridad del otro, cuida mucho más la relación, libera de angustias al educador y dispone de manera más abierta al crecimiento a los educandos.

Entonces, ¿cómo ayudamos a las personas a vivir felices? 

En el Día Internacional de la Felicidad (https://www.diainternacionalde.com/ficha/dia-internacional-felicidad) no te animamos a intentar ser feliz hoy, o mañana, o durante una semana, porque la felicidad no es simplemente un deseo, sino una experiencia de saberme querido como persona, más allá de lo que haga, diga, piense o sienta. En un mundo que muchas veces busca desesperadamente la independencia, no depender de nada ni de nadie para ser felices, descubrimos que, a diferencia de lo que muchas veces se piensa, nuestra felicidad está muy ligada a las demás personas. Así que, te proponemos que te pares a pensar hoy: ¿por qué creo que los demás me quieren: por lo que hago, por lo que doy, o por lo que soy, por el hecho de que yo exista? ¿Y cómo quiero a mis hijos, a mis alumnos, a otros familiares o a mis amigos: por lo que hacen y me gusta o es apropiado, o porque quiero compartir la vida con esas personas?

Somos muy complejos. Esperar que la felicidad llegue cuando tenga bienestar o me digan cosas bonitas es pensar que el tema está fuera, y no dentro de uno mismo. Esperar que la felicidad llegue cuando las cosas me vayan bien, tenga juguetes, buenas notas o mucho dinero es vivir fuera de la realidad, que nos permite disfrutar de los procesos de la vida más allá de sus resultados. Pensar que ser feliz es reforzar las propias cualidades y difuminar las debilidades es un absurdo, porque todo puede ser vivido para cuidar la relación con los demás: sin tanto miedo a la debilidad, y sin tanta ansia por el éxito. Todo dependerá de cómo se viva personalmente y en la relación con los demás.

La felicidad: nuestra vocación al amor

Estamos en este mundo para amar y ser amados como personas, más allá de lo que hacemos. Porque cuando hacemos algo bien, siempre puede ser mejor; y cuando nos equivocamos, también necesitamos aprender y mejorar. Así que piensa: ¿cómo puedes contribuir con tus cualidades al bien de otras personas? ¿Y cómo puedes apoyarte en alguien con las debilidades que encuentras en ti? Adelante, siempre creciendo, paso a paso, hacia un vida plena y feliz.

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